La intimidad es una experiencia de no separación, de ser uno con lo que 
está sucediendo, sea lo que sea. Tendemos a pensar que, ahora mismo, 
no somos "correctos", demasiado miedosos, ambiciosos, coléricos, o lo que sea, 
pero que si emprendemos alguna clase de práctica espiritual podremos mejorar. 
En algún punto del futuro, seremos como debemos ser.
Tenemos una mente basada en "paras": siempre hacemos esto "para" obtener eso, 
o "para" ser eso otro. Y, sin embargo, es esta tendencia a esforzarnos, 
a ser ambiciosos, a preocuparnos por metas, a adelantarnos a los acontecimientos, 
lo que nos saca del momento presente y nos aleja de lo que somos ahora. En realidad, nos impide la intimidad. Entonces nos quejamos, pero es el propio deseo el que nos impide la intimidad.
Larry Rosenberg

La ceremonia del té




Del collar, cada cual escoge la cuenta que más le gusta. Vivir en el presente es uno 
de los secretos del Zen. Otro enfoque bien conocido es el del Cha no yu, 
la ceremonia del té.

Los ingredientes son los siguientes:
- un lugar modesto y apacible,
- acoger el momento,
- trato agradable y tranquilo con amigos,
- cuidado y amor aportados a la preparación del "elixir dorado": el té,
- contemplación de objetos simples y hermosos,
- silencio.

Imaginémonos un sendero apartado, en una montaña o en un bosque que conduce 
a la morada de un sabio. Ahí vemos aparecer el pabellón de té. Su construcción es simple, está hecho de madera y bambú. Aquí de lo que se trata no es de oponerse al tiempo, de deificarlo mediante una irrisoria eternidad de piedra, sino de "abrazarse" 
a él. La sala en la que entramos es de superficie modesta: unos nueve metros cuadrados (dos esteras y media); tres o cuatro amigos cabrán cómodamente. Una pintura zen, un ramo de flores del campo por todo adorno. El hogar de carbón de madera, el hervidor 
de hierro redondo cubierto de pátina, el recipiente del agua, el cucharón de bambú, 
un trapo blanco inmaculado, los botes de té, los boles tradicionales corrientes. 

El maestro de té lleva a cabo los gestos rituales con eficacia, lentitud, cuidado y amor. La conversación va transcurriendo, apacible; se habla de poesía, de historia, de arquitectura. Muy suavemente se va apagando el ligero ruido de las voces, y todos contemplan en silencio los boles familiares, una flor del campo; 
se oye a lo lejos el canto de un pájaro. El tiempo se encuentra en suspenso; armonía, serenidad.
A lo largo de los siglos, el ritual se fue complicando, se fueron conviniendo cientos de reglas sobre el arreglo floral, la manera de verter el té, etc., pero Rikyu, 
el más célebre de los maestros de té, recordaba:

El té no es otra cosa que esto:
Hacéis hervir el agua
Hacéis infundir el té
Y os lo bebéis ...
Es todo cuanto hay que saber.
Kakuzo Okakura