Convertir la pena en compasión

El corazón humano tiene la extraordinaria capacidad de mantener y transformar las penas de la vida en un gran río de compasión. Se trata del don de figuras como Buda, Jesús, La Virgen Maria y Kwan Yin, la Diosa de la Compasión, de proclamar el poder de su tierno y piadoso corazón frente a todo el sufrimiento del mundo. Cuando nuestro corazón se abre y se descubre, se inicia en él el despertar de este río de compasión interior. La compasión surge cuando permitimos que nuestro corazón sea alcanzado por el dolor y la necesidad de otro.
Para cultivar dicha cualidad, tal vez deseemos practicar la meditación tradicional para la práctica de la compasión y para transformar las penas en el fuego del corazón.
Siéntate serenamente de un modo silencioso y centrado. Respira con suavidad y siente tu cuerpo, los latidos del corazón, la fuerza vital que hay en tu interior. Siente el aprecio a tu propia vida, como te recoges frente a tus pesares. Tras unos instantes, lleva a tu mente a alguna persona cercana que ames. Imagínatelos, así como imagínate tu cariño hacia ellos. Date cuenta de como puedes detenerlos en tu corazón. Sé consciente de sus penas, del alcance de su sufrimiento en esta vida. Siente como tu corazón se abre de un modo natural, yendo hacia ellos para desearles lo mejor, ampliando su comodidad, compartiendo sus dolores y sumándote a ellos con compasión.
Se trata de la respuesta natural del corazón. Junto a dicha respuesta, deséales activamente su bienestar, recitando la frase tradicional, libérate del dolor y la pena, consigue la paz, mientras los mantienes en tu corazón compasivo. Sigue recitando dichas frases por algún tiempo.
A medida que aprendes a sentir tu hondo cariño por estas personas próximas, puedes ampliar dicha compasión a otros conocidos, de uno en uno. Poco a poco vas abriendo esta compasión cada vez más, hasta alcanzar a tus vecinos, a los que viven lejos y, finalmente, a la hermandad de todos los seres. Siente como la belleza de cada ser te aporta gozo y como el sufrimiento de cualquier ser te hace llorar. Siente la tierna comunicación con toda la vida y sus criaturas, como se ve acompañada de sus penas y las sujeta compasivamente.
Permite luego que tu corazón se convierta en una alquimia transformativa para las penas del mundo. Siente tu respiración, puedes inspirar dolor y expirar compasión. Empieza respirando las penas de todos los seres. Con cada inspiración, deja que las penas alcancen tu corazón y se transformen en compasión. Con cada expiración, desea el bien para todos los seres, amplía tu cariño y piadoso corazón para con ellos.
Mientras respiras, empieza a visualizar tu corazón como un fuego purificador que puede recibir los dolores del mundo y transformarlos en la luz y calor de la compasión.
Se trata de una meditación poderosa que puede exigir cierta práctica. Se amable contigo. Haz que el fuego de tu corazón arda suavemente en tu pecho. Inspira las penas de quienes pasan hambre. Inspira las penas de los que están atrapados en una guerra. Inspira las penas de la ignorancia. Con cada expiración, visualiza a todos los seres vivos y expira el saludable bálsamo de la compasión. Con cada suave inspiración, una y otra vez, amplía la piedad y la compasión sanadoras. Como la madre del mundo, lleva éste a tu corazón, invitando a todos los seres a que te alcancen con cada respiración, incorporándolos compasivamente con cada expiración.
Tras algún tiempo, siéntate tranquilamente y haz descansar naturalmente tu respiración y tu corazón, como si constituyeran un centro de compasión en medio del mundo.
Jack Kornfield