El Gran Canto

La práctica espiritual es revolucionaria. Nos permite salir de nuestra identidad, cultura y religión personales, para experimentar de un modo más directo el gran misterio, la gran música de la vida.
En el relato de Herman Hesse, Shiddartha, finalmente, se sienta junto al río y escucha.
Ahora escuchaba con atención, totalmente absorto, vacío, recogiéndolo todo. Sintió que había aprendido completamente el arte de escuchar. Lo había oído antes a menudo, las numerosas voces del río, pero hoy sonaba distinto. Pronto pudo distinguir las distintas voces, la voz alegre de la llorosa, la voz infantil de la adulta. Cada una pertenecía a las demás: el lamento de los afligidos, la risa de los sabios, el grito de indignación y las quejas de los moribundos. Estaban todas entretejidas, entrelazadas de mil maneras. Todas las voces, todos los anhelos, todas las metas, todas las penas, todos los placeres, todo lo bueno y todo lo malo, todo ello en conjunto era el mundo, todos ellos juntos eran los ríos de los acontecimientos y la música de la vida. Cuando Siddharta escuchó atentamente el río, este canto de mil voces, no escuchó solamente la pena o la risa, no ató su alma a ninguna voz en particular y la absorbió en sí mismo, sino que las escuchó todas, el todo, la unidad; entonces, el gran canto de miles de voces estaba formado por una sola voz: perfección.