Ningún cuerpo humano ha ascendido al cielo: la esencia etérica de esta región no puede albergar formas corpóreas; no obstante, todas las almas tendrán la posibilidad de entrar —y, de hecho, entrarán— en los reinos celestiales cuando, a causa de la muerte o por medio de la trascendencia espiritual, se despojen de la conciencia física y se reconozcan como seres angélicos ataviados de pensamientos y de luz. Todos estamos hechos a imagen de Dios, somos seres dotados de conciencia imperecedera, envueltos en diáfana luz celestial, una herencia que se encuentra sepultada bajo el terrón de carne. Sólo podremos reconocer dicha herencia por medio de la meditación. No existe otro camino; ese logro no se alcanza a través de la lectura de libros o del estudio filosófico, sino por la devoción y la oración contínua y la meditación científica que eleva la conciencia hacia Dios.”
Paramahansa Yogananda