Silencio es un término polisémico, palabra de muchas máscaras concéntricas como la piel de cebolla. Una palabra que pelamos encantados. Ausencia de ruido, ayuno de la palabra, renunciación, aparece como canto secreto del lenguaje a su fin, música de mil armonías según sean los contenidos de la imaginación, los sentimientos, la intuición. El silencio penetra hasta más allá de donde alcanza el concepto, el intelecto, y nos conduce al corazón de las cosas, nos hace tocar, por poco que nos prestemos a ello, el corazón de Dios. Buddha recibe a veces el nombre de "maestro del silencio".
Japón, primera mitad del siglo XIV, durante el shogunato de los Ashikagaka. 
Un templo perdido en la montaña. Cuatro monjes zen han decidido hacer un sesshin (una especie de retiro) en silencio absoluto. El frío es intenso.
"¡Se ha apagado la vela!, dice el monje más joven.
¡No tienes que hablar! Estamos haciendo un sesshin de silencio total, observa severamente un monje de más edad.
¡Por qué habláis en vez de callar como habíamos convenido! señala con humor el tercer monje.
¡Soy el único que no ha hablado! dice con satisfacción el cuarto monje.

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