El verdadero fundamento de la enseñanza consiste en observar al "yo" como algo vacío.
Pero las personas vienen a estudiar el Dhamma para incrementar la propia opinión de su
yo, de modo que no quieren experimentar ni sufrimiento ni dificultades. Quieren que
todo sea cómodo y agradable. Ellos querrían trascender el sufrimiento, pero si todavía
hay un "yo", ¿cómo podrán hacerlo alguna vez?
Así es de sencillo una vez que lo entiende. Es así de simple y directo. Cuando surjan
cosas placenteras, comprenda que están vacías. Cuando surjan cosas desagradables,
observe que no son suyas. Pasan. No se relacione con ellas como algo propio, ni se vea
a sí mismo como poseyéndolas. Usted cree que el árbol de papaya es suyo, entonces
¿por qué no se siente herido cuando se tala? Si puede entenderlo, entonces ese es el
camino correcto, la enseñanza correcta del Buda y la enseñanza que conduce a la
liberación.
Ajahn Chah

Gracias

Gracias, India
gracias, terror
gracias, desilusión
gracias, debilidad
gracias, consecuencia
gracias, gracias, silencio
¿Qué tal si no te culpo de todo?
¿Qué tal si por una vez disfruto del momento?
¿Qué hay de lo bien que me sabe perdonarte?
¿Qué hay del afligirte por cualquier cosa?
El instante en que me liberé de ello
fue el momento en el que obtuve más de lo que podía manejar.
El instante en que me aparté
fue el instante en que toqué tierra.
¿Qué tal si dejo de ser masoquista?
¿Qué tal si recuerdas tu divinidad?
¿Qué tal si te pones a gritar sin asomo de vergüenza hasta que se te
salgan los ojos?
¿Qué tal si no equiparas la muerte con detenerte?
Gracias, India,
gracias, providencia,
gracias, desilusión,
gracias, nada,
gracias, claridad,
gracias, gracias, silencio.
Alanis Morissette

¿Dónde debemos depositar nuestro amor y confianza?

Al igual que sucede en la narración, nosotros sabemos que para alcanzar cualquier objetivo no tenemos que seguir alteracion ninguna. Basándonos en ello, vamos
a presentar ahora un análisis del objetivo más elevado que puede alcanzar el ser humano.
Las escrituras védicas llegaron a la conclusión de que, consciente o inconscientemente, todas las personas intentan alcanzar uno de tres objetivos. Estos tres objetivos y los procesos que hay que seguir para conseguirlos se podrían resumir de la siguiente manera:
La mayoría de las personas sigue el camino que busca la felicidad mediante la satisfacción de los deseos relacionados con el cuerpo.
En sánscrito, el disfrute material recibe el nombre de bhukti.
Algunos siguen el camino de la liberación de los sufrimientos de este mundo y quieren saborear los placeres del yo interior.
La liberación en sánscrito se denomina mukti.
Finalmente, unos pocos quieren servir a Dios con una devoción amorosa y pura.
El servicio devocional se conoce con el nombre de bhakti o bhakti-yoga, que literalmente significa “unión con la Persona Suprema”.
Si analizamos cuidadosamente la afirmación anterior, nos daremos cuenta de que la búsqueda de todo ser humano se reduce exclusivamente a uno de estos tres móviles.
¿Pueden las cosas materiales hacer que seamos completamente felices?
Conseguir la felicidad a través del bienestar económico es el primer objetivo que se menciona en las escrituras védicas, y también el más extendido.
Cualquiera puede obtener placeres sensuales temporales (riqueza, fama, placer físico, etc.) siempre que su ambición sea lo suficientemente intensa, y las escrituras Védicas explican claramente el método para conseguirlos. De hecho, algunas de ellas tratan exclusivamente de cómo las personas pueden alcanzar esos logros materiales; y no solo en este planeta, sino también en planetas superiores.
Quienes no han tenido la fortuna de oír hablar de metas espirituales más elevadas buscarán lógicamente los burdos placeres del cuerpo y el mero disfrute sensual.
Este mundo material está diseñado de forma que podamos disfrutar con los sentidos materiales: los ojos, la lengua, los oídos, el estómago, los genitales...
La inmensa mayoría de la gente centra todos sus esfuerzos en lograr esos placeres efímeros, pero ¿consiguen realmente tener éxito? ¿Conocemos a alguien que sea siempre feliz?
Hay personas muy pobres que solo pueden pensar en cosas básicas para subsistir (como alimento, ropa o vivienda) y que experimentan felicidad al conseguir, por ejemplo, un trozo de pan. Un hombre rico puede experimentar ese mismo nivel de felicidad comprándose un yate nuevo. Si lo pensamos bien, la felicidad del rico no es mucho mayor que la del pobre.
Sea cual sea la situación en la que nos encontremos, siempre querremos ser más felices y difícilmente nos contentaremos con aceptar las cosas tal como se nos presentan.
El problema es que en realidad nunca podemos llegar a dar un placer duradero y real al cuerpo y a los sentidos materiales, ya que estos no son eternos y, tarde o temprano, van a desaparecer. Sin embargo, el alma, que es nuestra auténtica identidad, es eterna y está siempre instándonos a que profundicemos en nosotros mismos y conectemos con nuestra naturaleza más elevada. Solo en esa dimensión podremos encontrar la verdadera felicidad.
Srila Bhaktivedanta Narayan Goswami Maharash

La enseñanza de lo cotidiano

Cuentan que, en cierta ocasión, un joven simple pidió entrar como novicio en un templo zen. El abad accedió, pero viendo su escasa capacidad para realizar incluso las tareas menos complejas, decidió encargarle que barriera bien el patio todos los dias. Así pasaron las semanas, los meses y los años... el joven simple se afanó en barrer minuciosamente el patio durante todos los dias de su vida. Lloviera, nevara, hiciera calor o viento, estuviera enfermo o cansado, el joven simple no dejó jamás de barrer cuidadosamente el patio con la vieja escoba. Nunca antes el patio del templo se había visto tan limpio. Una mañana el abad percibió que del monje emanaba algo que provocaba respeto y reconocimiento, algo en lo que nunca antes había reparado, acostumbrado como estaba a verlo un día tras otro formando parte del paisaje del patio. Aquel día el abad se acercó al monje, le invitó a que dejara la escoba por un momento y empezó a hacerle preguntas de hondo contenido espiritual. Terminada la conversación minutos después, el abad unió las manos sobre su pecho con respeto y se despidió del monje inclinándose con una profunda reverencia: había descubierto a un iluminado.
¿Cómo has alcanzado este estado?, le preguntó el abad. Tú no has tenido enseñanza de los maestros del templo y ni siquiera has leido las escrituras, tampoco has meditado durante horas junto a los demás monjes, únicamente te has dedicado a barrer el patio todos los dias, mañana y tarde.
Dices bien querido abad, contestó el monje, pero mi mejor maestro ha sido la escoba que me mostró el valor del silencio, de la humildad y del servicio; mis escrituras han sido el polvo seco del verano, las hojas del otoño, las lluvias de primavera y la nieve del invierno; y mi meditación ha estado siempre presente en la intención de barrer lo mejor que he sabido y he podido. Oídas aquellas palabras, el abad se retiró en silencio y el monje continuó barriendo el patio.

Perfectamente libre

Sé consciente de que todo lo que surge es la demostración de lo Absoluto, de la naturaleza primordial, de la simplicidad no fraccionada.
Si no te apegas, todo lo que surge es, por naturaleza, libre. Permanece tan sólo en la experiencia ecuánime, sin rechazar ni aceptar nada.
Los seres infantiles, al desconocer esto, tratan los fenómenos como si fueran sólidos y reales.
De esta manera da comienzo una cadena de atracciones y repulsiones y el gran sufrimiento que supone el vivir ... ¡un disfraz inexistente!
Las raíces más poderosas son la ignorancia y el considerar a seres y fenómenos como realmente existentes.
La existencia condicionada surge al acostumbrarnos a ello.
Nada que iluminar, nada que eliminar.
Contemplando perfectamente la perfección misma, viendo la perfección, eres perfectamente libre.
Shechen Gyaltsap

¿Me puedes mostrar a Dios?

Hubo una vez un rey en la India que quería ver a Dios. Sabiendo que su primer ministro era un hombre muy erudito, le mandó llamar y le preguntó:
¿Me puedes mostrar a Dios y decirme qué hace?
A pesar de todo su conocimiento, en ese momento el ministro no supo qué responder, por lo que pidió al
rey tres días de plazo para pensarlo. El rey accedió, pero le advirtió que si la solución no le satisfacía, dejaría de
confiar en él.
Una vez en su casa, el ministro buscó entre sus libros con la esperanza de encontrar una respuesta a la pregunta del rey, pero después de dos días no había conseguido nada. Advirtiendo el modo en que su padre se lamentaba en su biblioteca, su hijo de cinco años se acercó a él y le preguntó:
¿Por qué estás triste, papá?
No consigo encontrar una respuesta apropiada a una pregunta que me ha hecho el rey, y si no lo logro perderé su confianza.
¿Qué pregunta? inquirió su hijo.
Tú no lo entenderías, hijo mío. No te preocupes.
El niño insistió tanto, que al final el ministro se lo
contó todo.
El rey quiere ver a Dios y saber lo que hace. He buscado en todas las escrituras, pero no encuentro ninguna respuesta convincente.
El pequeño sonrió dulcemente y dijo: Es muy fácil. Cuando vayas mañana a palacio, dile
al rey que la respuesta es tan sencilla que hasta tu hijo pequeño la conoce.
El primer ministro lanzó a su hijo una mirada escéptica, pero este insistió.
No te preocupes papá; te prometo que no te defraudaré.
Era tal su desesperación, que al ministro no le quedó más remedio que aceptar la propuesta de su hijo. Cuando a la mañana siguiente fueron juntos a palacio, el rey los recibió y preguntó de nuevo a su ministro:
Querido ministro, ¿me puedes mostrar a Dios y decirme qué es lo que hace?
El ministro respondió humildemente: Majestad, la pregunta es tan sencilla, que hasta mi
hijo pequeño conoce la respuesta.
Sorprendido, el rey se volvió hacia el pequeño y le dijo: Muy bien, ¿puedes tú mostrarme a Dios y decirme qué hace?
Majestad, para ello necesitaría una jarra de leche, respondió el niño. Aunque al rey le extrañó aquella petición, hizo que la trajeran.
Poco después, el pequeño preguntó:
Majestad, ¿hay mantequilla en esta leche?
Por supuesto que hay mantequilla en esa leche, declaró el rey tras pensarlo unos instantes.
¿Me la puede enseñar?
Sí, respondió el rey, pero para poder ver la mantequilla primero hay que batir la leche.
Exacto, dijo el pequeño. También para poder ver a Dios hay que seguir un proceso. Sin un proceso de práctica devocional no podemos ver a Dios, igual que no podemos ver
la mantequilla si no seguimos el proceso de batir la leche. Cuando seguimos ese proceso divino, Dios se manifiesta ante nosotros.
El rey se mostró encantado con aquella maravillosa y lógica explicación.
¿Y puedes decirme qué hace? le preguntó.
Me está haciendo preguntas como si usted fuera un estudiante y yo fuera su maestro, observó el niño, pero su majestad está sentado en un trono y yo estoy sentado en el suelo. Por educación, su alteza debería adoptar la posición más humilde y yo debería estar sentado en la
posición más elevada.
Dándose cuenta de la verdad de las palabras del pequeño, el rey se levantó del trono y se sentó en el suelo.
El niño subió entonces al trono y añadió: Esto es lo que Dios hace. Dependiendo de los resultados de nuestras actividades, unas veces nos sitúa en una posición superior y otras en una inferior, por eso a veces nacemos en una familia acomodada y otras en una familia humilde. Dios hace que tengan lugar estos cambios dependiendo de la vida que hayamos llevado.
El rey estaba tan satisfecho con aquellas respuestas, que las proclamó por todo el reino y colmó de valiosos regalos al primer ministro y a su hijo.
Srila Bhaktivedanta Narayan Gosvami Maharash
El despertar de la Conciencia

Expresar los sentimientos sexuales con amor y compasión

Los animales siguen automáticamente sus instintos, pero los humanos somos diferentes. No necesitamos satisfacer nuestras necesidades como los animales. Podemos decidir tener sexo sólo por amor. De esta manera, podemos cultivar el amor más profundo, la armonía y la no-violencia. Para los humanos, comprometerse sólo en la sexualidad no-violenta significa tener respeto el uno por el otro. El acto sexual puede ser una expresión sagrada de amor y responsabilidad.
La expresión física del amor puede ser bella y trascendental. Si tiene una relación sexual sin amor y cariño, crea sufrimiento para usted y para su pareja. En una cultura de paz y no-violencia, el comportamiento sexual civilizado es una protección importante. Este amor no es un deseo absoluto de sexo, es amor verdadero y comprensión.
Thich Nhat Hanh

Simplemente: deja que los falsos modos de ver desaparezcan

No sirve de nada buscar la verdad.
Sólo has de dejar que los falsos modos de ver desaparezcan.
No mores en la dualidad
y cuídate de no buscar
porque en cuanto aparecen el "sí" y el "no",
la mente se pierde en la confusión.
El dos surge del uno,
pero no te apegues ni siquiera al uno
porque aunque la mente una sea no nacida,
la miríada de cosas es sin mácula.
Sin mácula, sin cosas.
Seng T'San

Cien años de ternura

Había que conocer Calcuta, atravesar su infierno en la tierra. Nadie es el mismo tras paseo por esa realidad tan cruda. Tarde o temprano, toca integrar la noción de un dolor tan desparramado por el mundo. A cada quien nos aguarda nuestra Calcuta, más o menos sórdida, su tremendo interrogante al echar la última mirada hacia atrás y decirle adiós, noqueados, despistados. En el itinerario personal es recomendable incluir esos claxones que rasgan los tímpanos, esas jóvenes madres que mendigan en cada esquina, esos tullidos sin piernas que avanzan veloces tras el turista, esa ciudad que concita tanta luz y tanta sombra y que ya no olvidaremos jamás… A veces el viaje es una forma de descubrir vivos ejemplos que, en medio de esas extremas y lacerantes Calcutas, lo dan todo y en esa darse por entero entreven genuina felicidad. En esta ocasión viajar fue también sólo una excusa para encontrar a esos seres de desbordante entrega, para rendirse junto a ellas, para hincar las rodillas a su vera en la otra punta del mundo. Despertaba el día en la enorme casa gris, en el baluarte de la entrega desde el que la Madre de los pobres iniciara su apostolado de amor en Kolkata (Calcuta en bengalí). Era la Casa Madre de las Misioneras de la Caridad en Bose Road, era la misa de las 6 de la mañana en un día corriente en los comienzos de este año. Sobrecogidos, agradecíamos la oportunidad de estar en tan sagrado lugar, en el corazón de tan virtuosa casa, de tan heroico movimiento, que tanto amor ha irradiado por todo el planeta. Agradecíamos la ocasión de compartir oración con esos ángeles de humilde “shari” blanco que pusieron morada en medio de los infiernos. Renuncia total al mundo y consagración plena a los últimos de la tierra es lo que se respira entre las paredes desnudas de ese lugar santo. En la gran sala oratorio, se sitúan a un lado las hermanas, al otro los voluntarios. No hay más mobiliario que unas esteras en el suelo. Sobre ellas nos arrodillamos dichosos. Todas las ventanas permanecen abiertas, pues esa suerte de tan digna y voluntaria pobreza no sabe de aires acondicionados. El ruido de la calle a veces apaga incluso la voz del oficiante, pero el estruendo del tráfico, por enorme que sea ya desde primera hora, no puede devorar el santuario de paz, devoción y entrega allí creado. En medio de ese recogimiento matutino, de ese lugar santo entre los santos, vamos recuperando la fe que ha ido mermando cada paso entre tantas calles que acumulan tanta miseria. Cuando tanto horror puede hacerte llegar a pensar que todo está perdido; cuando la mirada a poco se torna neutra, insensible; cuando la esperanza estaba a punto de apagarse, alcanzamos tan austero como inolvidable altar. Cuando rebelde empezaba a aporrear las puertas del Cielo, llegaron a estos oídos esos sublimes cantos. En el lado de las hermanas todo es el blanco de las postulantas y el blanco con las conocidas franjas azules de las ya consagradas y con votos. La mayoría de ellas orientales, pero sorprende ver también muchas occidentales. En el lado de los voluntarios todo es colorido, razas, culturas y lenguas diferentes. Sólo estas mujeres y su elevado testimonio son capaces de hacer caminar hasta la sagrada forma de la comunión a “rastas” y demás tribus variopintas de todo el mundo. Los cantos de esas mujeres piadosas llenan toda la atmósfera. Sus gargantas celestiales, sus melodías divinas, su corazón puro, son su infinita fortaleza. Nada, ni nadie puede atacarlas. Después de la misa vendría un sencillo desayuno de “chaid” bien dulce y pan para todos los voluntarios. Tras el refrigerio en otra sala contigua a la calle, tiene lugar la repartición de las tareas del día. Se abre la persiana de metal y salen hermanas y voluntarios a prodigar amor por esas calles de inframundos. Se sumergen en la ciudad gris las mujeres de bendito blanco. En realidad uno hubiera querido que esa persiana no se abriera nunca, que el mundo y todos sus sufrimientos aguardaran allí fuera. Uno hubiera querido esconderse y permanecer entre esos muros impregnándose de todo lo que le falta. El egoísmo busca refugio y distancia con respecto a esa ciudad inmensamente pobre. Semeja sólo una persiana, pero en realidad es un abismo... Retrasamos todo lo que podemos el abismo. Nos recogemos unos momentos en la tumba de Madre Teresa. Junto a ese mármol liso, sencillo, austero, pedimos por esas mujeres, para que Dios las llene de fuerza, y si aún les cabe, de más amor, para proseguir su valiente y extraordinaria misión. ¡Que quienes todo lo dan, sigan siendo inundadas de fe y de coraje, que pueden seguir siendo exponente de compasión infinita! Merecía la pena todo el precio de sinsabores y ruidos para llegar hasta poner la frente en ese mármol frío. Un excepcional amor, que después revestiría humilde shari blanco, tomó cuerpo hace cien años. ¡Que podamos aprender la lección de caminar nosotros también sobre la tierra sufriente, con los pies descalzos, con sus plantas negras, si es preciso! Vino hace 100 años al mundo quien inspiró tanto y tan comprometido silencio, quien hizo arremangarse a tantas mujeres (también hombres) de todo el mundo para tan suprema labor, quien inició esos cantos en medio del más atronador ruido, quien creó la orden y mojó las primeras frentes, quien cargó sobre sus hombros los primeros desvalidos… Hay ejemplos excelsos que es preciso aventar. No he visto galones comparables a las tres rayas azules sobre el blanco, al crucifijo en el hombro que ellas llevan, con ejemplarizante humildad. Poco nos importa el itinerario de la Madre Teresa a los altares de brillante oro, tiene ya encendidas todas las velas en altares de más adentro. Poco nos interesan las polémicas sobre su ideología “conservadora” en ciertos aspectos, la caricia no tiene color, ni ideología y ellas las prodigan a cada enfermo, necesitado y desvalido. Las hermanas sugieren no escribir sobre ellas, no dar propaganda a su labor abnegada, pero es que ahora hace cien años que tanto amor tomó carne. ¿Para qué la palabra, sino para dar a conocer heroísmos diarios, sino para revelar esta apasionante historia que dio comienzo hace ahora cien agostos? ¿Cuándo, si no es ahora? En el ocaso del verano será preciso interrogarse por la esencia de esa primavera que nunca marchita, de ese servicio que nunca se rinde, de esa fe que jamás desfallece. No podía ser de otra manera. A los cien años de su primer aliento en Skopje (Macedonia), siquiera una fugaz mención de la santa de Calcuta que nunca muere, cien años de ternura y una breve loa a tan colosal ejemplo.
Koldo Aldai