Cuentan que, en cierta ocasión, un joven simple pidió entrar como novicio en un templo zen.
El abad accedió, pero viendo su escasa capacidad para realizar incluso las tareas menos complejas, decidió encargarle que barriera bien el patio todos los dias.
Así pasaron las semanas, los meses y los años... el joven simple se afanó en barrer minuciosamente el patio durante todos los dias de su vida. Lloviera, nevara, hiciera calor o viento, estuviera enfermo o cansado, el joven simple no dejó jamás de barrer cuidadosamente el patio con la vieja escoba.
Nunca antes el patio del templo se había visto tan limpio.
Una mañana el abad percibió que del monje emanaba algo que provocaba respeto y reconocimiento, algo en lo que nunca antes había reparado, acostumbrado como estaba a verlo un día tras otro formando parte del paisaje del patio. Aquel día el abad se acercó al monje, le invitó a que dejara la escoba por un momento y empezó a hacerle preguntas de hondo contenido espiritual.
Terminada la conversación minutos después, el abad unió las manos sobre su pecho con respeto y se despidió del monje inclinándose con una profunda reverencia: había descubierto a un iluminado.
¿Cómo has alcanzado este estado?, le preguntó el abad. Tú no has tenido enseñanza de los maestros del templo y ni siquiera has leido las escrituras, tampoco has meditado durante horas junto a los demás monjes, únicamente te has dedicado a barrer el patio todos los dias, mañana y tarde.
Dices bien querido abad, contestó el monje, pero mi mejor maestro ha sido la escoba que me mostró el valor del silencio, de la humildad y del servicio; mis escrituras han sido el polvo seco del verano, las hojas del otoño, las lluvias de primavera y la nieve del invierno; y mi meditación ha estado siempre presente en la intención de barrer lo mejor que he sabido y he podido.
Oídas aquellas palabras, el abad se retiró en silencio y el monje continuó barriendo el patio.
Saludos cordiales.
ResponderEliminarSer feliz en las labores diarias es un derecho divino del ser humano.
Pero...conseguirlo es otro cantar.
Atentamente
Erick Bojorque
He leído por algún lado algo parecido. Lo he buscado para comentarte con sus palabras pero no lo he encontrado. Decía algo así como que no es más espiritual el que más horas al día se pasa meditando a solas sino aquél que, aún estando rodeado de personas, es capaz de conectarse con su yo interior constantemente, incluso haciendo sus labores diarias.
ResponderEliminarComo siempre, me ha encantado el texto Sina.
Un beso con abrazo grande
Qué cuento tan bonito. Me alegra que lo hayas traído de tu blog amigo. Creo que es la enseñanza primordial: no hacen falta ritos ni otra práctica más que vivir la vida cotidiana. Aquí está todo. Un beso amiga querida.
ResponderEliminarGracias por la reflexión. Viajamos lejos para aprender técnicas que nos ayuden en este propósito. Aprendemos técnicas y las practicamos. Está bien. Pero olvidamos lo esencial: vivir cada minuto de nuestras vidas como si fuera el último, intensamente presentes. La escoba, en tu monje, sirvió para que no olvidara su propósito. Caa uno de nostros deberiamos buscar nuestra propia "escoba".
ResponderEliminarMuchos pueden ser los motivos de la inactividad o el conformismo, entre ellos, haber alcanzado todo lo alcanzable.
ResponderEliminarMe gustó, besos.
Ahí está .....en la humildad del novicio, no hay que buscar más, en las cosas pequeñas reside la grandeza del que las considera importantes
ResponderEliminarGracias Sina por este relato que invita a la reflexión
Infinitos caminos para llegar al mismo punto de encuentro. Leí algo parecido pero el otro texto era pelando patatas en lugar de barriendo, al final de cuentas cualquier cosa puede valernos si nos sirve para conectar con nosotr=s mism=s de forma sincera.
ResponderEliminarUn abrazo
A modo de observación: me ha costado un poco trabajo leer las letras amarillas sobre el fondo blanco, aunque el esfuerzo mereció la pena.
Cuidate Sina
En el día a día es donde tenemos que estar.
ResponderEliminarGracias Erick.
Un abrazo.
Gracias, querida Silver.
ResponderEliminarPara mí es un placer que visites mi espacio y te guste.
Un dulce y cariñoso abrazo.
Me alegro que te guste, querida Furia.
ResponderEliminarUn calido y amoroso abrazo.
Tienes razón Jordi, que cerca tenemos la luz y muchas veces no la vemos.
ResponderEliminarGracias a ti, por visitar mi espacio.
Un dulce y amoroso abrazo.
Un Buscador nunca se cansa de seguir buscando ...
ResponderEliminarBesos.
Querida Arianna, a veces nos perdemos porque no sabemos ver la sencillez de las cosas.
ResponderEliminarGracias a ti, bella amiga.
Un dulce y amoroso abrazo.
Hoka hey, ya cambié el color del texto y discúlpame si te costó leerlo.
ResponderEliminarA veces las labores más sencillas son las más placenteras.
Gracias a ti, por visitar mi espacio.
Un amoroso abrazo.
Maravilloso."Hacer lo que sea con presencia y como si fuera una obra de arte, y lo será" me dijo una vez un maestro... y creo que en el verdadero arte nos iluminamos.
ResponderEliminarUn abracito, Sina, me quedo aquí a sentir la música y los mantras.
Así es, querida Marina.
ResponderEliminarUn placer que me visites y que te quedes por aquí ...
Un abracito, bella amiga.
A veces nos vamos de lo que estamos haciendo sin darnos cuenta que es lo mas importante de nuestra vida ...ese instante lo contiene todo ,
ResponderEliminaresa consciencia del instante ES ILUMINACION.
Un abrazo querida Sina.