La fragancia de la eternidad

Cayó sobre mí como una ola.
La ola se había originado en una clara comprensión verbal que se evaporó de repente dejando tras de sí sólo una fragancia indescriptible, una fragancia de eternidad; el estremecimiento de la flecha en el cielo. Debí de quedarme allí unos minutos, como en trance, con la conciencia no verbal de que "Esto es perfecto, perfecto" ... Entonces floté de espaldas en un río de paz bajo puentes de silencio. Surgió de la nada y fluyó hacia la nada. Y luego dejó de haber río, dejó de haber "yo". El "yo" había dejado de existir ... Y cuando digo que el "yo había dejado de existir", me refiero a la concreta experiencia tan incomunicable verbalmente como el sentimiento que despierta un concierto de piano, y, no obstante, real. Sólo que mucho más. En realidad, su rasgo principal es la sensación de que este estado es más real que cualquier otro que se haya experimentado anteriormente.
Arthur Koestler