En el metro

Estaba sentado solo en el IRT [el metro de Nueva York] de camino para recoger a mis hijos después de su clase de música. El tren acababa de dejar la estación de la calle 33 y estaba acelerando hasta su velocidad de crucero ...
Entonces, de repente, la mortecina luz del vagón empezó a brillar con excepcional lucidez hasta que todo a mi alrededor resplandeció con un aura indescriptible y contemplé en la abigarrada fila de viajeros de enfrente la milagrosa conexión de todos los seres vivientes. No la sentí; la vi. Lo que empezó como un deslavazado pensamiento se convirtió en una visión, enorme y unificadora, en la cual toda la gente del vagón, incluyéndome a mí mismo, se precipitaba al unísono hacia el centro de la ciudad, de la misma manera que toda la gente del planeta giraba al unísono en torno al sol -nuestro compañero vivo- formando una familia unida, conectada indisolublemente por el singular y misterioso accidente de la vida. Pese a las infinitas diferencias superficiales, éramos iguales, éramos uno, simplemente por estar vivos en aquel instante de entre todos los posibles instantes que, infinitamente, se prolongaban hacia delante y hacia atrás.
La visión me inundó con un amor desbordante hacia toda la raza humana y la sensación de que por muy incompletas y maltrechas que estuvieran nuestras vidas, éramos muchísimo más afortunados por estar vivos.
Entonces el tren llegó a la estación y me bajé.
Alix Kates Shulman

2 comentarios:

  1. Cuando realmente sentimos, calor que nace en nuestro plexo y corazón, expandiéndose por todo el cuerpo, sintiendo cada vez más calor, más felicidad, más plenitud...entonces estamos conectados con todo lo que nos rodea. Pero sobre todo con nosotros mismos.

    Un abrazo sereno
    Namasté

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  2. Es curioso que vivir una experiencia de este tipo sea algo excepcional, cuando tendría que ser lo más normal del mundo ... como tu dices, si estuvieramos conectados ...
    Cuídate mucho.
    Un abrazo de luz ...

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