Uno de los cometidos de los ángeles, tal vez el principal, consiste en moldear nuestras circunstancias con el barro que nosotros les proporcionamos o sea, somos nosotros quienes les damos el material que utilizarán para confeccionar nuestras anécdotas cotidianas, las cuales han de ayudarnos a comprender y a asimilar determinadas lecciones que no hemos sido capaces de asimilar de otro modo. Ese "barro" está formado por la materia sutil que se desprende de nuestros sentimientos y pensamientos, y posee una fuerza tan grande como la materia física, aunque no podemos verla con nuestros ojos físicos, ni palparla con nuestras manos. Cuando un ser humano emite un deseo o un pensamiento de él se desprenden una serie de impulsos electro-magnéticos revestidos de esencia creadora que van a parar al éter del espacio.
Estas ondas eléctricas, dirigidas e imbuidas de una intención, quedarían flotando en el espacio si no fuera por la participación de determinado tipo de ángeles, cuya misión consiste en hacerse cargo de ellas para vitalizarlas y transportarlas hacia su destino, o bien cobijarlas en espera de que puedan ser expresadas. El ángel aglutina, pues estos impulsos, se baña en ellos y constituye con aquel éter dinamizado y substanciado una forma determinada, esto es lo que hemos querido decir al afirmar que los ángeles moldean nuestras circunstancias.
Nosotros proporcionamos la pasta, ellos ponen el molde y facilitan los medios para la elaboración del pastel. Este "pastel" no es otro que el rosario de anécdotas que constituyen nuestra existencia terrenal. Si hemos mezclado mal los ingredientes, si en vez de azúcar pusimos sal, si la harina o los huevos estaban pasados de fecha, nuestro biscocho no estará muy sabroso. Es decir, si los sentimientos o pensamientos que emitimos en un momento dado son de mala calidad (si son de odio, de venganza, de codicia, de egoísmo de desunión, o sea, si carecen de amor), el "pastel" de nuestras circunstancias tampoco será muy grato al paladar.
A este respecto, resulta paradójico constatar que si los excrementos de nuestro cuerpo físico nos molestan, en cambio ni siquiera somos conscientes de los que se desprenden de nuestros cuerpos sutiles. Nos regodeamos en ellos cada vez que nos invade un sentimiento negativo, o cuando visualizamos espectáculos con contenidos violentos o pornográficos por ejemplo. Y aseguran los iniciados que este tipo de polución es mucho más contaminante que la que podemos ver y palpar, hasta el punto de que determina la existencia de la otra. Es decir que si el ser humano, en su interior, nunca destilara ningún veneno, el aire que respiramos sería mucho más limpio porque la polución exterior no es otra cosa que la cristalización de la polución interna.
Kabaleb y Soleika Llop
Me alegra tu vuelta Sina!!! Conozco a Soleika, he tenido el placer de hacer algunos talleres con ella. Gracias por compartir :)
ResponderEliminarBesitos
Yo hace tiempo que leí algo de ella, pero hasta ahora no me he puesto con más seriedad y la verdad es que contienen mucha sabiduría sus escritos.
ResponderEliminarGracias Silver, por tu visita.
Besos y abrazos.
Me alegro también de tu vuelta, interesante texto, gracias y un abrazo!
ResponderEliminarGracias a ti Victoria.
ResponderEliminarUn abrazo!