Dios es siempre ahora

... el estado de plenitud es siempre presente. Nunca es en el pasado ni en el futuro. Dios es siempre ahora.
Nuestra meditación siempre es ... otro paso hacia el eterno ahora de Dios. Cada vez que meditamos damos otro paso hacia la vida divina que anima, rezumando abundancia, a todo el que se abre a ella dando este paso de alejarse del "yo".
Al dar este paso descubrimos la paradoja que surge, cotidianamente, de la divina paradoja: una vida totalmente presente, completamente libre de ensoñaciones y fantasías, donde todo es actualizado y completado y, sin embargo, en continua expansión hacia la trascendencia. La divina paradoja es amor. Pero como crecimiento, esta entrada en la divinizadora experiencia del momento presente implica dolor. Es el dolor de madurar. Surge de la necesidad de dejar atrás las primeras etapas de desarrollo, todo lo que hemos sido, para dirigirnos hacia aquello en que hemos de convertirnos.
John Main

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