Recuerdo una historia de Shukamuni. Su padre era Vyasa, un gran ser, autor de muchas escrituras. Su único hijo, Shukamuni, era muy bello y podía dar la liberación a cualquiera en una fracción de segundo. Una vez le dijo al rey Pakikshit que le podía dar la iluminación en un abrir y cerrar de ojos. No había ningún otro avadhut supremo como Shukamuni.
A pesar de todo, su padre Vyasa sintió que todavía era imperfecto. Un día le dijo: "Hijo mío, ves a ver al rey Janaka, ves a él. Tiene algo que tienes que aprender, algo que tienes que ver y algo que tienes que oír".
Shukamuni se quedó muy sorprendido. Se preguntaba qué era lo que tenía que aprender del rey. A pesar de todo, fue allí. Cuando llegó al palacio del rey, no le gustó nada ya que él había crecido en el Ashram de Vyasa, en el bosque. Observó al rey, observó a la gente, observó el trono, y entonces comenzó a pensar: "Aquí todo es ostentación. ¿Para qué necesito yo todo ésto?". No le gustó, y por lo tanto se marchó.
"Has regresado. ¿Le has visto?", preguntó Vyasa.
"Sí, dijo, le he visto".
"No, eso significa que en realidad no les has visto, no le has encontrado".
"Ya ves que acabo de regresar", dijo Shuka.
Vyasa le contestó: "No importa que hayas vuelto; ni le has visto, ni le has conocido. Ves a verle de nuevo".
Volvió, y fue como la primera vez. Le vió y regresó.
Vyasa le preguntó de nuevo: ¿Le has conocido?
"Sí".
"No, no le has conocido. ¿Qué piensas ahora?". Shuka dijo: "El Guru debería ser completo, perfecto. Debería ser resplandeciente como el sol, pero sin el calor del sol. Debería brillar como la luna, pero sin las manchas de la luna".
Vyasa dijo: "Sí, ¿verdad? ¿Sabes como debe ser un discípulo?
Shuka no dijo nada de sí mismo, sino que se limitó a hablar del Guru. Si se pensase únicamente en cómo debería ser un discípulo, se podría encontrar un Guru en cualquier parte. Pero nunca se piensa como debería ser el discípulo, tan solo se piensa en cómo debería ser el Guru.
Una vez hubo un gran santo sufí llamado Bahanddhim Nakshalband. Un gran discípulo salió en su busca. Fue a él y le dijo: "He estudiado mucho, he aprendido mucho y he hecho muchas cosas; aún así tengo, en mi corazón, la esperanza de encontrar a un gran Guru".
El respondió: "Lo que has dicho es correcto, pero yo no necesito un discípulo ordinario".
El discípulo se lo quedó mirando y dijo: "He estudiado mucho, tengo un gran entendimiento".
Esto fue lo que sucedió con Shukamuni. Vyasa le dijo: "Tienes que volver. Vuelve". Shukamuni se encontró en un dilema. Su corazón no quería escuchar la orden de su padre, pero tenía que obedecerle. Así que se preparó para ir por tercera vez. Vyasa le repitió: "Shukamuni, desecha tus propios defectos y mira qué puedes percibir. Todo lo que hayas aprendido, olvídalo. Cualquier cosa que hayas escrito en tu corazón, bórrala". Esto fue lo que Shukamuni hizo, y marchó de nuevo a ver a Janaka. Cuando comenzó a percibir con autenticidad, se dió cuenta de muchísimas cosas.
El rey estaba sentado en un trono de oro, pero era diferente del trono. Se decía que era un gran rey. Tenía cientos de reinas, se dice que en la antigua India los reyes solían tener cientos y miles de esposas. Una de las piernas de Janaka estaba en el hogar donde ardía el fuego, mientras que las reinas le masajeaban la otra aplicándole pasta de sándalo. El no hacía más que observarlo todo. Era tan solo un testigo.
Shuka comenzó a observar toda la escena con la comprensión correcta, con una nueva proyección. Empezó a preguntarse sobre lo que estaba sucediendo. Una de las piernas de Janaka estaba en el fuego mientras que las reinas le masajeaban la otra con pasta de sándalo. Janaka no parecía feliz por el hecho de que las reinas aplicasen pasta de sándalo en una de sus piernas, ni tampoco sufría o padecía porque la otra se les estuviese quemando en el fuego.
Estaba más allá del dolor y del placer. Los grandes seres trascienden los estados de placer y dolor, y ese estado trascendental es completamente diferente de todos los demás; sin embargo, Shukamuni no era consciente de este estado. Mientras observaba todo esto, su inteligencia empezó a diluirse. A medida que la Verdad empezó a revelársele, en el momento en que comenzó a percibirla, se dio cuenta de que Janaka tenía la luminosidad del sol y la frescura y brillo de la luna sin manchas. Janaka había trascendido la conciencia del cuerpo. Poseía ambas cualidades. Podía cuidarse de todos sus súbditos al mismo tiempo que había sido agraciado con espiritualidad. Así pues, Shuka regresó habiendo alcanzado la perfección.
Su padre le preguntó: "¿Cómo estaba?. "Es un ser absolutamente perfecto", respondió Shuka.
Nos vemos reflejados en los demás, y por ello, nada parece estar bien. Dentro del hombre hay un orgullo sin base, un ego imaginativo que no es auténtico; y esta falsedad es lo que atrapa al hombre en su vida. Por ello, debería procurar erradicarlo. Sólo cuando el hombre supera este orgullo, este ego imaginario por medio de una comprensión correcta, profundiza más y más hasta que descubre la verdadera naturaleza de su propio Ser. Cuando esto sucede, no experimenta más que dicha suprema y es feliz en las actividades mundanas de su vida, tanto en lo adverso como en lo favorable.
Extraído de El despertar interior de Swami Muktananda

9 comentarios:

  1. Qué difícil no ver en los otros nuestro propio espejo, no prejuzgar sin observar atentamente....

    Como siempre que te leo, me llevo la enseñanza que plasmas y la leo y la releo

    Un beso grande

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  2. "Nos vemos reflejados en los demás y por eso nada parece estar bien". Ja. Magnífico el comentario de Muktananda. Y la historia es brillante. Toda la clave de la liberación está en eso. En verse cada cual a sí mismo, sin el más mínimo prejuicio.
    Me ha gustado mucho la entrada, Sina. Gracias por compartir esta lección. Un abrazo grandote para ti.

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  3. Como a Furia también me ha renosado con fuerza esa frase, ¡cuán verdadera! Gracias, Sina, es un relato que encierra una enseñanza muy directa.
    Un abrazo.

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  4. Me alegro, querida Silver que te sea de utilidad este texto, también lo ha sido para mi.
    Un abrazo lleno de cariño.

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  5. Pues sigamos compartiendo, sigamos dando vida a nuestra pequeña escuela.
    Desde el corazón y con una mente limpia de arrogancia.
    Un abrazo muy luminoso, querida Furia.

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  6. Gracias a ti, José Manuel, por visitar mi espacio.
    Me alegro que te haya gustado esta historia.
    Un abrazo.

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  7. ya estamos en el 2013 y aún se te puede leer, nunca perdamos este blog, cuídalo, sabes que... en el otro vemos a nosotros mismos, pero humildemente digo y quizás profundizando demasiado, ¿no somos lo mismo?, gran abrazo

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